‘Confucio’, alcanzar la sabiduría con un zoom in

'Confucio', alcanzar la sabiduría con un zoom in 7

El biopic idólatra suele hacer un craso favor al personaje cuya vida retrata. No hay que volver mucho la vista para recordar el coñazo bestial que fue Alejandro Magno (Oliver Stone, 2004) o el pastel de intensidad vacía de Mi nombre es Harvey Milk (Gus Van Sant, 2008), por mucho que la Academia se empeñara en premiarla con dos Oscars.

Confucio es un intento de reflejar en la gran pantalla la grandeza del filósofo chino que marcó una época con su sabiduría y sus esfuerzos para hacer de su país una tierra civilizada, pacífica y culta. La película sería interesante si consiguiera alejarse un poco de la figura central y abordase la confrontación entre el salvajismo de la China primitiva y los nuevos tiempos que empezaban a abrirse paso y que abanderaban hombres como el propio Confucio. No obstante, el filme de Mei Hu se estructura como una tediosa cronología en la que cada secuencia dice exactamente lo mismo: que Confucio es muy listo y los que no le hacen caso son unos zoquetes. Ni siquiera unas pocas escenas de batalla épica sirven para aliviar un poco el pestiño que uno puede ahorrarse yendo directamente a la Wikipedia.

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Lo más llamativo de la película, no obstante, es que la dirección está tan obsoleta como la tradición de enterrar a los esclavos con su amo, pues Mei Hu intenta darle al filme un estilo clásico y obtiene un relato que avanza a trompicones con secuencias inconexas separadas por fundidos a negro. Además, hay una reiteración a la hora de adornar las frases célebres de Confucio con una música altiva y una composición escénica centralista acentuada con insistentes zooms in que, con la falta de épica real subyacente, se convierte en una lamentable pantomima sin interés.

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