El negro molón, ese secundario (im)prescindible

El negro molón, ese secundario (im)prescindible 3
¡Pero mira que llega a ser guay! Ahí, con su capucha macarra...

Hace algunos días, en un momento en el que supongo que no estaba en mis cabales, vi Percy Jackson y el ladrón del rayo. El tema aquí no es “en qué coño estaría yo pensando” sino que me tuvo un rato meditando sobre el personaje del amigo negro y fauno de Percy, que desempeñaba con gran entusiasmo y bailando alegremente por los límites del cliché un papel muy estereotipado en el cine americano. Sí amig@s, hablamos del negro molón.

El negro molón es ese secundario tan usado y reusado que con las mismas puede poner el acento sobre una escena cómica o puede cargarse sin piedad el clímax de una escena de máxima tensión y arrastrar toda la película con él. Es el tío que por definición sabe bailar hip-hop y encuentra un momento durante el film para lucirse, es el que suelta un “yeah!” o un “wooo-hooo” en el momento más oportuno, el que se rodea de jamelgas y no se enrolla con ninguna, el que te focka con una mirada asesina cuando los ojos le salen de las órbitas, el colega del protagonista y/o el fumador de marihuana amigo de todos. En todas sus variables, en el fondo es el mismo personaje fastidioso y entrañable a partes iguales.

Me atrevería a decir que figura del negro molón surgió del Príncipe de Bel Air, concretamente en la persona de Carlton Banks. Quedaba camuflado porque ahí estaba Will Smith y porque todos eran negros, pero Carlton se erigió como mito interpretando a ese eterno segundón, bajito, parlanchín y bailarín al que todos querían porque era como una mascota divertida.

El negro molón, ese secundario (im)prescindible 4
ESA es la mirada que te focka.

Del mismo árbol familiar del Carlton han salido tíos como Chris Tucker en Hora Punta, el primo vendedor de coches que interpreta Bernie Mac en Transformers o el mismo colega fauno negro de Percy Jackson que ha desatado esta parrafada. Ambos son secundarios con momentos protagonistas que aprovechan para soltar chorradas, hacer bromas de aire racial y soltar tacos a tutiplén contra los malos, ya sean traficantes chinos o autobots gigantes. Este es el prototipo de negro molón que aparece en las películas de acción, es el que no sabe artes marciales pero acaba sobreviviendo a las hecatombes de una forma ridícula porque sí, porque al parecer es gracioso.

El otro género por el que campea alegremente nuestro querido negro molón es el terror. En las películas de terror suele ser fumador de petas y se carga la tensión con frases como “eh tío, esto es la leeeche…” mientras el asesino se dedica a destripar la peña a su alrededor. En caso de que el asesino decida no pasar olímpicamente y termine yendo a por él, la cosa termina con una bonita ovación (interna o no) del espectador porque, la verdad, el negro molón del cine de terror es un pesado y merece morir. Ahí tenemos personajes como el negro fumeta del remake de Viernes 13 y, por ejemplo, o el negro de Deep Blue Sea, personado en un cocinero acentuadamente tontorrón (entre otras cosas porque está rodeado de científicos) que nos regala una memorable secuencia con un tiburón asediando en la cocina mientras el lucha por su vida y la de su loro. ¡Y al final se carga al tiburón y grita “¡sííí!”. Cómo mola.

De todos modos, me guardo la estrella para el final: Marlon Wayans. Por el nombre no os sonará, pero ese tío hace tiempo que come por molar. Es el protagonista indiscutible de todas las Scary Movie que han salido, haciendo el cargante papel del negro que (oh, no me lo digas…) fuma porros. Con su hermano ha ofrecido pufazos como Dos rubias de pelo en pecho, mientras que por su cuenta aparece en el mismo rol de cargante atenuador humorístico en películas como el truñazo Dungeons & Dragons o G.I. Joe: Rise of Cobra. Lo que no entiendo es cómo se coló en Réquiem por un sueño, algo que no hubiera recordado si no fuera por IMDb.

En definitiva, la figura del negro molón es una especie de epidemia extendida por culpa de que hace no muchos años era “políticamente correcto” otorgar algo de cuota de pantalla a cierta variedad étnica. Y lo que pasa cuando se quiere forzar algo es que se hace mal y salen cosas como esta, un estilo de personaje convertido en cliché, un estereotipo gastado, cansino y perfecto indicador de cuando hay que desconectar el cerebro en caso de querer ver una película.

Scroll al inicio