‘Nunca me abandones’, vivir es sentir

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Soltar esta vez aquello de “el libro es mejor” seguramente sea ir a tiro seguro, ya que Nunca me abandones de Kazuo Ishiguro está considerada la mejor novela de la década, y quien no la haya leído (como yo) supongo que parte con ventaja para disfrutar de una maravillosa película sin tener que redescubrirla.

De una forma poco habitual, Nunca me abandones ahonda en los límites morales de la ingeniería genética a través de un triángulo amoroso que, a pesar de ser fundamental, toma unas riendas dramáticas que no le corresponden y deja un poco de lado el tema central de la película: el debate sobre qué hace humano a un ser humano. A diferencia de películas de ciencia-ficción más convencionales como Splice o La Isla, Nunca me abandones nunca intenta ocultar la naturaleza y propósito de sus protagonistas, echando por la borda el lastre de los misterios y dejando una película en la que los sentimientos lo acaparan todo.

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Pulir la vida de los tres protagonistas de una forma tan deliberada es sin duda el gran acierto del filme, que deja paso al juicio del espectador para valorar los hechos según sus propias convicciones. Una vez desaparecen los interrogantes existenciales (quién somos, de dónde venimos, a dónde vamos, cuál es nuestro propósito en la vida, cuándo moriremos, etc.), ¿qué nos queda?

Con esta pregunta como punto de partida, Nunca me abandones se construye como una metáfora deprimente e irónica de la vida humana una vez despojada de dudas, pero hambrienta de ellas. Por esto, el simbolismo del arte, la ilusión, los rumores o los sentimientos es muy relevante, ya que representan lo intangible y la evasión de una existencia eminentemente (y escalofriantemente) funcional.

El excepcional trabajo del trío protagonista formado por Keira Knightley, Andrew Garfield y la increíble Carey Mulligan, la bella fotografía de Adam Kimmel y el ritmo pausado pero intenso que impone Romanek en la dirección ofrecen una película preciosa, de las que sacude sensibilidades con elegancia y son difíciles de olvidar.

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